lunes, 2 de abril de 2012

Responso - Cuento en un foro


Buscando información en la web fui a parar a un foro, en el cual estaba este cuento corto.

RESPONSO

Grita el águila taura que se posa en sus dedos

convocando a los hijos en la cresta del sueño
¡A llorar como el viento, con las lágrimas altas!
¡A cantar como el pueblo, por milonga y por llanto!
El gordo triste

Letra: Horacio Ferrer Música: Astor Piazzolla

El primer -y único- atisbo de tormenta fue aquel sonido profundo, súbito y prolongado, que parecía venir desde las mismísimas mansiones celestes y se escuchó hasta en el último rincón de la ciudad-puerto. Como el acorde octavado, en Re Mayor, de un inmenso bandoneón sideral... Nunca un trueno había adquirido tal magnitud.
Los transeúntes se detuvieron, extrañados, volviendo el rostro hacia lo alto. Las ventanas de cada casa se abrieron, mientras millares de cabezas se asomaban buscando la causa del meteoro. Las veredas, las terrazas, los parques se llenaron de mudas figuras expectantes que oteaban en todas direcciones, sin saber exactamente qué buscar.
Luego el silencio... Entonces comenzó a llover.   
Mas tarde, alguien recordaría que hasta hacía un instante el cielo se presentaba diáfano, mientras que ahora un baldaquino gris cubría la ciudad. Otro mencionó, extrañado, que el Servicio Meteorológico había anunciado buen tiempo para toda la semana. Pero es claro que los pronosticadores siempre se equivocan.
No se trataba de una precipitación torrencial, tampoco una garúa, sino de una lluvia mansa, tibia, cayendo vertical sobre todas las cosas.Como lágrimas, bromeo alguno, refiriéndose a las gotas gruesas y pesadas.Si hasta tienen cierto gusto salado, le siguieron la corriente.
Así transcurrió el resto del 19 de mayo de 1975.
El día siguiente amaneció de la misma forma... y el otro... y el otro...
Lo realmente extraño es que tan sólo llovía sobre Buenos Aires. De tal suerte que, mientras en Pompeya la gente esquivaba charcos, cruzando Puente Alsina, en Lanús, las veredas estaban secas; lo mismo ocurría en Núñez respecto de Vicente López, apenas transpuesto Puente Saavedra y en Liniers pasando a Ciudadela.
A la semana no había programa periodístico o noticiero que no dedicara un bloque a tratar el tema. Expertos y charlatanes corrían de radio en radio y de canal en canal, para prestarse a reportajes que parecían calcados, formulando las teorías más disparatadas o repitiendo los mismos lugares comunes. Meteorólogos, físicos ¡y hasta astrólogos! estaban a la orden del día, para abastecer a un público ávido de información sobre el misterioso fenómeno climático. La primera plana de los diarios obró en consecuencia, reflejando la situación en grandes titulares con letra catástrofe.
Aunque la lluvia no era copiosa, su carácter sostenido terminó por exceder la capacidad de los desagües pluviales y los barrios más bajos comenzaron a inundarse. Algunas arterias se transformaron en ríos y muchas plazas en lagos. Las quejas vecinales comenzaron a multiplicarse y con ellas los trastornos nerviosos, cardíacos y digestivos de muchos políticos oficialistas, que se hacían cruces, al evaluar las consecuencias desastrosas que el mal humor de los votantes les ocasionaría, frente a las inminentes elecciones. Los opositores, por su parte, se restregaban las manos, sonriendo satisfechos.
No faltó quien, viendo el filón, comenzó a alquilar botes inflables -único medio de transporte para una cantidad creciente de atribulados porteños- obteniendo pingües ganancias.  La ciudad estaba convirtiéndose en un caos no exento de pintoresquismo, y de la misma forma en que Rosario es conocida comoLa Chicago argentinao Córdoba Capital es llamadaLa Docta, a algún gracioso, seguramente un payuca, se le dio por apodar a Buenos AiresLa Venecia argentina la ocurrencia tuvo eco en todo el país y aún en el exterior, para fastidio de buena parte de los porteños.
Los fabricantes de paraguas, impermeables y botas de goma hicieron su agosto y, con ánimo codicioso, solicitaron a las autoridades se prohibiera la importación de estos elementos, para protegerla industria nacional.
Y continuaba lloviendo.
Los habitantes de Buenos Aires cambiaron dramáticamente sus costumbres. Los palermitanos que deseaban disfrutar de un día de sol debían trasladarse, por ejemplo, hasta Olivos. Y no faltó quien, haciendo un acto de fe, se instaló, con su caña de pescar en un totalmente anegado Parque Centenario.
Muchos románticos, seguramente inspirados en el filmeLuna de Avellaneda, cruzaron Puente Pueyrredón, para disfrutar de una noche estrellada junto a sus enamoradas. Inversamente, los deprimidos se negaban a abandonar una ciudad que proporcionaba insuperable marco a su tristeza.
La Ciencia se declaró incapaz de resolver el misterio y lanoticiacomenzó a retroceder a la segunda página de los periódicos, luego a la tercera, y así sucesivamente, hasta desaparecer. Los comunicadores sociales dejaron de hablar del asunto. Todos comenzaron a tomar a la lluvia como un dato más de la realidad, como uncaso no resuelto.
El 27 de agosto amaneció despejado, durante la madrugada se había levantado una fuerte brisa, que barrió hasta el último vestigio de nube dando paso a un magnífico sol invernal. Había llovido exactamente durante cien días y cien noches.
Los porteños salieron nuevamente a las veredas, las terrazas y los parques, mirando a lo alto, enceguecidos por la luz solar. Alguien comenzó a vitorear al astro rey, el resto lo imitó. La gente bailaba en las calles. Absolutos desconocidos se abrazaban y besaban por doquier. Los vendedores de paraguas cerraron sus escaparates para tomar unas merecidas vacaciones. El oficialismo, rápido de reflejos, proclamó a diestra y siniestra quesin importar el costo, pensando en los ciudadanos, únicos destinatarios de sus esfuerzos, habían logrado revertir la situación, reafirmando, de esta manera, el compromiso asumido durante la última campaña electoral, por lo que no dudaban que el pueblo les ratificaría su confianza en el acto cívico a celebrarse el mes entrante.
Pero les fue mal, para octubre casi todos habían olvidado lo sucedido y votaron al frente cívico organizado por un exitoso actor cómico.
Tan sólo unos pocos, que sabíamos de qué venía la cosa, atesoramos, en nuestros corazones, el momento mágico en que el cielo lloró alBandoneón Mayor de Buenos Aires, Aníbal Carmelo Troilo, según su libreta de enrolamiento, Pichuco, para todos.
Pero no lo compartimos con nadie, pues quien que no interpretara lo sucedido tampoco merecía conocer la verdad: que hasta las potestades superiores hicieron duelo por uno de sus hijos dilectos, el Gordo Triste, que falleció precisamente el 19 de mayo de 1975.


AngelMario - Administrador del foro : http://tangueros.mforos.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario